Crímenes ocultos
“La vivisección es un crimen” –Victor
Hugo
“Es un crimen cotidiano que nos mantiene despiertos por la noche”
–Dino Buzzati
La
vivisección, término que se emplea para referirse a todo tipo de experimentos
realizados con animales vivos (independientemente de que se haga un corte o
no), es un negocio sucio y muy lucrativo en el cual, cada año, 500 millones de
animales son torturados y asesinados. ¡Tan solo en los laboratorios de
vivisección de Estados Unidos mueren 3 animales cada segundo! Animales de todas
las especies son sometidas a todo tipo de torturas que pueden durar semanas,
meses e incluso años. Es una actividad intolerable y monstruosa, es un crimen
contra el resto de las criaturas animales y se mantiene en nuestros días ante
la indiferencia de una sociedad ignorante.
Los
vivisectores dicen que la aplicación de la vivisección es la extrapolación
de los resultados obtenidos con los animales a la especie humana con fines
terapéuticos. Sin embargo, médicos de renombre han afirmado que la vivisección
es un método erróneo y anticientífico de investigación, porque existen
diferencias fisiológicas, histológicas, anatómicas, y psicológicas que hacen
que los resultados de los experimentos con animales no puedan extrapolarse al
ser humano, por lo que la vivisección proporciona resultados engañosos que
ponen potencialmente en riesgo nuestra salud y representan un obstáculo para el
avance de la ciencia médica.
No obstante, los
vivisectores afirman que electrocutan, queman, envenenan, mutilan, dejan morir
de hambre y privan del sueño a los animales por el bien de la humanidad. Y la
gran mayoría de la gente lo acepta mientras piense que no le afecta; creen que
al fin y al cabo son animales y que si se puede obtener algo útil de ello, todo
está bien.
A
este respecto Mark Twain dijo: “No me interesa saber si la vivisección produce
resultados que sean o no beneficiosos para la raza humana. El dolor que se
inflige a los animales sin su consentimiento es la causa de mi enemistad hacia
ella, y para mí es suficiente razón para justificar esta discrepancia sin más
averiguaciones”. Una sociedad verdaderamente avanzada y humanitaria comulgaría
con la misma opinión, y no habría lugar para otro tipo de discusiones. No
obstante, nuestra sociedad que se dice a sí misma progresista y civilizada está
cometiendo un holocausto de dimensiones espantosas contra seres que se
encuentran totalmente indefensos ante los abusos a los que son sometidos por la
especie dominante, y no solamente en el terreno de la vivisección, sino en
todos los ámbitos de nuestra vida diaria: ¿Cuántos animales mueren cada segundo
para que los humanos puedan comer carne, leche, huevos y miel? ¿Cuántos más
para las industrias del cuero, la piel y la lana? ¿Y cuántos más para diversión
de los humanos? Pero en esta ocasión nos centraremos en analizar la
vivisección.
Ésta
es una nueva forma de barbarie, que empezó a expandirse a mediados del siglo
XIX, época en la cual fue establecida como método oficial de investigación, y
su fundador fue Claude Bernard. Él convirtió lo que en otro tiempo fue una
actividad aislada, practicada por unos cuantos, en un método de investigación
“científico”. Desde esa época hasta nuestros días, la ciencia, una actividad
propiamente humana, se ha visto manchada con la sangre de seres inocentes.
Pero
a pesar de que sus partidarios elogian la vivisección (aunque ellos prefieren
llamarla “investigación biomédica”) como una actividad científica, beneficiosa
y hasta humanitaria, sigue oculta a los ojos del público. Esto es así porque
los vivisectores son conscientes de que si se supiera lo que sucede en los
laboratorios de vivisección y el daño que la salud humana sufre a causa de
ésta, la gran mayoría de la gente protestaría enérgicamente. Por eso tratan de
ocultar las pruebas que los delatan y por eso, también, los laboratorios están
escondidos de la vista del público.
Cuando
finalmente el tema de la vivisección es sacado a la luz pública, los
vivisectores y sus partidarios se presentan a sí mismos como buenos
samaritanos, aduciendo que ellos son los primeros en rechazar el uso de
animales, pero que dado que no existe otra alternativa, se ven obligados a
experimentar en ellos, y que no hay que preocuparse por el bienestar de los
animales; ¡ellos están bien! Son bien alimentados, bien cuidados, son tratados
con amor y respeto, y si algo va mal, los comités de bioética se encargan de
ello, así que no hay de qué preocuparse, todos pueden estar tranquilos, ¡los
animales están en buenas manos! –aseguran.
Cuando
la cuestión es presentada de esa manera tan simplista en los debates públicos,
en los medios impresos, en conferencias, en los libros de bioética, y hasta por
algunos “defensores de los animales”, el público es engañado deliberadamente.
Porque entonces, nadie habla de los daños a la salud pública, ni de las muertes
humanas provocadas por un método de investigación erróneo, pero ciertamente muy
lucrativo; ni se cuestiona el hecho de que los animales no son medios para
nuestros fines, y que no importa cuán “feliz” pueda ser un animal antes del
experimento, pues la hora de la verdad llega cuando éste comienza, y entonces
la palabra compasión es un término desconocido.
Y
mientras se sigan ocultando las pruebas que demuestran que la vivisección es
una práctica anticientífica, la propaganda viviseccionista puede seguir
afirmando con total descaro que el uso de animales en la investigación ha sido
y sigue siendo esencial para el desarrollo y el avance de la ciencia y que la
humanidad tiene mucho que agradecer a los experimentos con animales.
En
este contexto el tema de la vivisección es presentado, generalmente, como una
mediación entre el avance de la ciencia y el uso de animales. Por un lado se
admite, a priori, que la vivisección
es útil y benéfica, y por el otro, que dado que los animales son capaces de
sentir dolor, se tiene que tener alguna consideración para con ellos, y que por
lo tanto, se tiene que encontrar un punto en el que no se vea mermado el avance
de la ciencia, ni los intereses de los animales involucrados. Hoy en día se
habla de “ética” en la experimentación animal. Lo que nos proponemos en el
presente análisis es demostrar que 1)La vivisección no es una práctica ética,
porque no se puede hablar de “ética” cuando se tortura a seres indefensos y 2)
La vivisección no es una práctica científica, porque el avance científico
mediante experimentación animal es una ilusión, no es real.
PREÁMBULO:
La
vivisección es una escuela de violencia que se mantiene mediante la propagación
de mentiras. Ésta no es, como muchos piensan, una práctica de otro siglo. Hoy
más que nunca el uso de animales para la vivisección se ha extendido a pesar de
que existen “leyes” que regulan dicha actividad y de que se han instaurado
“comités de bioética” para restringirla. En México, ejemplo de ello es la NORMA OFICIAL
MEXICANA (NOM-062-ZOO-1999) sobre especificaciones técnicas para la producción,
cuidado y uso de animales de laboratorio, un manual que tiene aplicación en
todo el territorio nacional para cuidar del “bienestar” de los animales
destinados a la vivisección.
En
pleno siglo XXI la tortura esta institucionalizada, y la regulación de ésta es
un paso más hacia su reafirmación.
Es
inaceptable la tortura de un ser vivo. Richard Wagner, Mark Twain, George
Bernard Shaw, Gandhi, son solo algunos de los hombres que se han opuesto a la
vivisección por motivos meramente éticos, sin reparar en consideraciones
utilitarias de ningún tipo. Gandhi dijo: “Aborrezco la vivisección con toda mi
alma. Todos los descubrimientos científicos manchados con sangre inocente
considero que no tienen importancia.”
Cuando
la palabra ética sale de las bocas de los vivisectores está corrompida, pero
actualmente es muy común oír hablar de ética en la experimentación animal. La
actual línea de defensa de la vivisección se centra en afirmar su supuesta
necesidad y en aducir que los animales destinados a experimentación deben ser
tratados con respeto, lo que deja bien claro que no pretenden abolirla sino
perpetuarla.
Tenemos
entonces que dos grandes mentiras cubren un doble crimen. Crímenes contra los
animales y contra la humanidad.
1. LA
VIVISECCIÓN ES ÉTICAMENTE INACEPTABLE.
“Sería mucho mejor si un ser sensible nunca
hubiese existido,
a
que existiese sólo para soportar miseria incesante.” -Percy B. Shelley
La
primera objeción a la vivisección es de tipo moral: los animales no son seres
inanimados carentes de sensibilidad que podamos tratar a nuestro antojo; son
seres sensibles con voluntad e intereses propios y consecuentemente seres
dignos de respeto. Por lo tanto, los animales no son material bruto de
laboratorio, en la misma medida en que nosotros tampoco lo somos. Todos los
animales, humanos y no humanos, deseamos vivir nuestras vidas libres de
interferencias de todo tipo, y con el mayor grado de bienestar posible; nos
apartamos de todo aquello que nos pueda producir dolor y malestar.
Si
nos detenemos a analizar con atención cuál es la razón por la que debemos
respetar a los miembros de nuestra propia especie, podremos aclarar más este
punto, porque ciertamente es la misma por la que debemos respeto también a los
animales no humanos. J. J. Rousseau en el prefacio al Discurso sobre el origen de la desigualdad acierta claramente al
establecer la sensibilidad como el único medio para vencer las dificultades en
cuanto al problema de la desigualdad moral: “Parece, en efecto, que si yo estoy
obligado a no hacer mal ninguno a mis semejantes, es menos por el hecho de que
sea un ser razonable que porque es un ser sensible” (Rousseau, J. J., Discurso sobre el origen de la desigualdad,
decimoquinta edición, ED. Porrúa, México, 2006, p. 137). En efecto, contrariamente
a los tremendos esfuerzos que se hacen para crear una diferencia abismal entre
nosotros y los demás animales, la sensibilidad es un rasgo que nos une a ellos.
Por lo tanto, es ilógico pretender que solo la especie humana sea digna de
respeto. Lo que Rousseau nos dice aquí es que estamos obligados a respetar a
los otros no por el hecho de que sean seres racionales, sino porque podemos
dañarlos con nuestras acciones, es decir, porque son sensibles, susceptibles de
padecer nuestras malas acciones.
En
consecuencia, argucias tales como “los animales no son inteligentes”, “los
animales no escriben libros” y otras por el estilo no son contundentes como
para justificar su explotación, porque de ser así, entonces también sería
permisible que los más inteligentes de entre nosotros tuvieran derecho a
explotarnos. Estas características son tan arbitrarias como las que emplean los
racistas para justificar “una raza superior”.
Como
podemos ver, no hay una base racional que sustente la explotación animal, pero
los viviseccionistas afirman que sí, porque, según ellos, con la vivisección se
puede obtener algo bueno:
“El
uso de animales en la investigación ha permitido grandes avances en el
conocimiento y en el desarrollo de las ciencias biomédicas. Sin embargo, el
hecho de realizar experimentos con seres capaces de sentir dolor, implica una
responsabilidad hacia ellos por parte de la comunidad científica. La
experimentación en animales requiere de normas y lineamientos éticos que les
aseguren condiciones mínimas de sufrimiento y maximización de su bienestar y al
mismo tiempo, se deben encontrar diferentes alternativas para sustituir a los
animales en la búsqueda de respuestas y en la resolución de problemas que la
medicina actual nos plantea.” (Vanda-Cantón, Beatriz, “La experimentación
biomédica en animales en los códigos bioéticos”, Revista LABORAT-acta, México, Vol. 15, No.2, 2003, p. 69). (Éste es el tono
de la discusión que actualmente se maneja en libros, revistas, foros y
conferencias en relación a la vivisección).
Lo
que se observa a primera vista es el descaro de la “comunidad científica”,
cuando la autora dice que el hecho de realizar experimentos con seres capaces
de sentir dolor implica una responsabilidad hacia los animales. ¿Qué tipo de
preocupación puede tener un vivisector hacía los animales? Si de verdad
estuvieran preocupados por el sufrimiento de los animales, obviamente se
dedicarían a otra cosa. Sin embargo, el argumento es útil, porque por un lado
nos dice que la vivisección es útil y necesaria y por otro nos dice que hay que
reducir el sufrimiento de los animales al mínimo. Parece “razonable”, ¿no? Los
vivisectores desean el bienestar de la humanidad, pero para eso inevitablemente
tienen que hacer sufrir a los animales, por eso el sufrimiento debe ser el
mínimo, por eso debe haber lineamientos éticos, nos dicen.
Intentan
justificar sus crímenes sobre dos mentiras: 1. La vivisección es necesaria. 2.
La ética lo puede tolerar. El primer punto lo desenmascararemos en el siguiente
apartado, ahora desmintamos el primero.
El
argumento de la utilidad que están empleando los viviseccionistas, es, en otras
palabras, el siguiente: “el fin justifica los medios”. Pero si el fin justifica
los medios, entonces que empiecen a practicar la vivisección entre ellos mismos
y que nos demuestren un verdadero acto de amor a la humanidad, no utilizando
seres vivos contra su voluntad. Porque si el argumento es ese, entonces también
se puede justificar la vivisección de 100 hombres si con ello se benefician 1
millón de hombres. Pretender que las atrocidades no son tan malas, si con ellas
obtenemos algo “bueno”, es simplemente inaceptable.
Además,
como veremos más adelante, la vivisección no solamente no salva vidas humanas,
sino todo lo contrario, ha sido la causa de miles de muertes humanas, de la
expansión de nuevas enfermedades y también del retraso científico.
Es
interesante saber, también, que cuando la vivisección empezaba en su forma
moderna, no se planteaba la idea del bien para la humanidad. Se practicaba
simplemente para mantenerse al día de los descubrimientos de otros o ir por
delante de ellos. En esa época, un análisis de las consideraciones “éticas” en
la experimentación animal hubiera sido motivo de risa.
Henry
S. Salt, al hablar sobre la tortura experimental, en su libro Los derechos de los animales (1892),
escribía sobre la cuestión que estamos analizando lo siguiente: “La afirmación
que por lo común hacen los apologistas de la científica inquisición, según la
cual se justifica la vivisección por su utilidad –por considerarla, de hecho,
indispensable para el avance del conocimiento y la civilización- se funda en
una visión a medias de la situación. El científico, como ya he señalado es un
hombre semiculto. Supongamos (lo que sin duda es mucho suponer, ya que está en
contradicción con la mayoría de los testimonios médicos de gran peso) que los
experimentos del vivisector contribuyan al progreso de la ciencia quirúrgica.
¿Y qué? Antes de sacar la conclusión precipitada de que la vivisección es
justificable por esa razón, un hombre sabio tomará plenamente en consideración
el otro lado de la cuestión: el lado moral, la monstruosa injusticia de
torturar a un animal inocente y el terrible daño que se inflige al sentido
humanitario de la comunidad.”. Y más adelante: “Nada que sea aborrecible,
repugnante, intolerable a los instintos generales de la humanidad, es
necesario. Es mil veces preferible que la ciencia renuncie a la cuestionable
ventaja de ciertos descubrimientos problemáticos, o que los posponga, a que se
atente incuestionablemente contra la conciencia moral de la comunidad creando
confusión entre el bien y el mal.” (Salt, Henry, Los derechos de los animales, Los libros de la Catarata, Madrid, 1999,
pp. 93-94).
Por
fortuna, no tenemos que renunciar a ningún conocimiento si la vivisección es
abolida, todo lo contrario, se podrán evitar más desastres médicos, como el de la Talidomida, pero como
dijimos, este punto lo analizaremos más adelante. En lo que ahora nos atañe (la
supuesta moralidad de la vivisección), hay que hacer hincapié en lo señalado
por Henry Salt: la confusión que se crea entre el bien y el mal cuando se
argumenta que la vivisección es tolerable porque es útil. En efecto, si
aceptamos, como hoy se acepta, que un acto de crueldad –como los que todos los
días se protagonizan en los laboratorios de vivisección- es “éticamente
aceptable” porque con ello podemos obtener algo útil, simplemente estamos muy
lejos de todo sentido de moralidad.
La
ética es una rama de la filosofía que se encarga del estudio de las relaciones
del hombre con lo que le rodea, de lo bueno y lo malo respecto de nuestras
relaciones con los otros, quienes, como hemos visto, pueden ser animales
humanos o no humanos. Por lo tanto la ética o moral, no puede estar cimentada
sobre intereses egoístas, porque entonces rompería con su originario sentido:
la preocupación por el otro. De hecho el egoísmo, como bien señalo Arthur
Schopenhahuer (quien también se opuso a la vivisección) es un móvil antimoral: no puede haber una acción
moral si hay un interés egoísta de por medio.
La
idea de que una acción en la que alguien se beneficia destruyendo a otro es
correcta, está basada exclusivamente en el egoísmo y por tanto no puede ser
moral. Exactamente como si los otros no existieran –enseñaba Schopenhahuer-, el
egoísta piensa que todo gira alrededor de él, y escribió lo siguiente en su
ensayo La compasión como fundamento de la
moral: “Pensando yo en señalar con un rasgo la magnitud del egoísmo a fin
de expresar sin prolijidad la fuerza de esa potencia antimoral, y buscando así
alguna hipérbole bien enfática, acerté finalmente con ésta: algunos hombres
estarían en disposición de matar a otro, simplemente para untarse las botas con
su grasa. Pero me quedaba el escrúpulo de si era realmente una hipérbole.” (Schopenhahuer,
Arthur, Los dos problemas fundamentales
de la ética, ED. Siglo XXI, 3ª ed., Madrid, 2007, pp. 241-242). A ese
ejemplo puede seguir este otro: “algunos hombres estarían dispuestos a
extirparle los ojos a un gato simplemente para obtener un título universitario”,
estando seguros de que no se trata de ninguna hipérbole.
Cuando
tratamos el tema de la vivisección, inevitablemente viene a la mente el tema
del sadismo. El egoísmo como móvil antimoral,
en su forma más brutal se convierte en sadismo (que en la práctica son maldad y
crueldad) y no es aventurado decir que entre “la comunidad científica” hay
ejemplos vivos de ello. “El egoísmo puede conducir a crímenes y delitos de todo
tipo: pero el daño y dolor causados con ello a los otros es para él simple
medio, no fin, o sea que sobreviene solo accidentalmente. En cambio, para la
maldad y la crueldad los sufrimientos y dolores de los demás son fines en sí
mismos, y su consecución, placer.” (Ibidem,
pp. 243-244).
Si
no todos los vivisectores son sádicos, lo cierto es que la vivisección es una
buena escuela para fomentar todas las tendencias destructivas que habitan en el
hombre. La primera impresión que causa en la psique humana un acto de crueldad
es de rechazo y abominación. Esas son, seguramente, las impresiones de un
estudiante mentalmente sano al presenciar la primera vivisección. Si continúa
por ese camino es muy probable que con el tiempo se habitúe a presenciarlas,
hasta que finalmente no “sienta” o no sea capaz de comprender lo que está
haciendo, pero peor aún es cuando encuentra satisfacción en su “oficio”.
Hans
Ruesch documentó varios episodios en Slaugther
of the innocent donde el sufrimiento de los animales es motivo de risa para
la confraternidad de los vivisectores. Relata un episodio que aconteció en el
Centro Medico de la
Universidad de Tulane, (Nueva Orleáns) donde 350 monos rhesus fueron estampados contra la pared
simulando accidentes de tráfico, uno de ellos “chilla atemorizado mientras el “patólogo” sonriente
intenta calmarlo haciéndole cosquillas en su axila.” (Ruesch, Hans, Vivisection is scientific fraud, CIVIS,
1995, p. 10). Narra también, como unos estudiantes de medicina
se reían, al ver como un perro hambriento, al que se le había perforado la
garganta, miraba angustiado viendo cómo la comida caía al suelo a través de
ésta.
En
un debate en el Instituto de Fisiología en de la Universidad de Berna
en Suiza, en 1903, entre su director, el Profesor H. Kronecker, y Magnus
Schwantaje, un escritor y filósofo alemán, este último contestó a la
aseveración del primero de que los vivisectores no eran crueles, leyendo en voz
alta lo que los propios vivisectores habían publicado; sin embargo no pudo
continuar porque “cada vez que leía las descripciones que relataban cómo los
animales eran hervidos o despellejados vivos, o cómo eran sometidos a
extirpaciones de órganos, o cómo sufrían la disección de su espina dorsal y
otras barbaridades semejantes, los estudiantes se reían a carcajadas” (Cfr. Ruesch, Hans, Slaughter of the innocent, Cap. VII).
Nuestro autor documentó más casos en los que los terribles sufrimientos
causados a los animales eran motivos de risa para sus verdugos.
Éstos
son claros ejemplos de lo que puede hacer la vivisección: la formación de
hombres totalmente deshumanizados y sanguinarios. Al vivisector podemos
aplicarle perfectamente las palabras de Erich Fromm cuando hablaba en estos
términos de los necrófilos: “Para él la mayor hazaña del hombre no es dar vida,
sino destruirla; el uso de la fuerza no es una acción transitoria que le
imponen las circunstancias, es un modo de vida.” (Fromm, Erich, El corazón del hombre, FCE, México,
1983, p. 39).
¿Todavía
queremos hablar de ética en la experimentación animal, cuando en realidad se
trata de una práctica totalmente antimoral? ¿Queremos seguir fomentando una
práctica que es el signo más indefectible de deshumanización y de bajeza moral?
Si la barbarie y la violencia pueden ser justificadas éticamente, entonces
Hitler y Stalin fueron verdaderos apóstoles de la ética.
Como
podemos ver, la vivisección no solamente no es una práctica que se pueda
justificar éticamente, sino que representa exactamente lo contrario: el mayor
grado de corrupción y perversión moral que puede haber.
En
este contexto, resulta absurdo pretender reglamentar la vivisección, o lo que
es lo mismo, la tortura, en base a normas y supuestos lineamientos éticos como
pretenden los vivisectores. “Discutir sobre leyes que admiten por principio la
presunta necesidad de los experimentos con animales es como discutir sobre la
necesidad del asesinato, de la violación o de otros crímenes.” (Schär-Manzoli,
Milly, Holocausto, ATRA – AG STG,
Suiza, 1996, p. 218).
Si
algo es moralmente incorrecto, ninguna legislación puede convertirlo en algo
bueno. El hecho de que la vivisección sea legal no significa que sea correcta.
Y teniendo en cuenta que así como es una práctica antimoral es también una
práctica anticientífica, debe ser ilegalizada, no reglamentada.
Así
como la vivisección retrasa el progreso científico, también retrasa el progreso
moral. Éste es una parte importantísima del desarrollo humano, pero cuando los
vivisectores hablan de él lo hacen con una connotación materialista. El
progreso humano no solamente debe medirse con criterios técnicos, sino también
con criterios humanitarios. ¿Qué tanto ha progresado la humanidad a este
respecto? Más bien parece que vamos en sentido contrario y que aún nos
encontramos en un estado de barbarie; y la vivisección contribuye en mucho a
este retraso.
Es
nocivo para el progreso humano que miles de hombres y mujeres se estén formando
con una mentalidad viviseccionista. Lo único que se puede aprender de la
vivisección es que en esta vida cualquier medio, no importa lo bárbaro que sea,
puede ser empleado para prosperar en ella. Y la sociedad lo consiente: los
vivisectores son personas respetables de la sociedad, hasta se les puede dar el
premio Nobel; en contraste, personas que han arriesgado sus vidas por liberar
animales están en la cárcel. No hay duda de que las cosas están de cabeza.
El
argumento de que el sufrimiento de los animales debe ser el mínimo tampoco es
aceptable. En primer lugar, ¿quién les puede creer que estén interesados en los
derechos de los animales? Ni ellos mismos, ¿De qué manera un violador puede
estar interesado en los derechos de las mujeres? Si de verdad están preocupados
por los derechos de los animales que abandonen la vivisección, como de hecho
algunos antiguos experimentadores lo han hecho. En segundo lugar hay que
hacerse la siguiente pregunta: ¿permitiríamos la vivisección en nuestros niños
a condición de que se les haga sufrir sólo el mínimo? Obviamente que no.
Hasta
aquí hemos visto que la vivisección no solamente no es una práctica ética, sino
que además corrompe la moral pública y retrasa el progreso moral de la humanidad
favoreciendo los instintos más destructivos de ésta. Sin embargo, resta decir
algo más; la vivisección, como toda forma de explotación animal es aún más
intolerable porque se practica contra seres totalmente indefensos que no pueden
protestar ni reclamar sus derechos.
Lo
que la especie humana está haciendo hoy a los animales no lo hace en base a
consideraciones éticas, sino simplemente porque dispone de la fuerza necesaria
para imponer sus caprichos y sus falsas necesidades a los otros animales: “Lo que los humanos hacen a otros animales
según sus deseos ejemplifica las teorías racistas más extremas: el principio de
que el poder da derecho.” (Cfr. Bashevis Singer, Isaac, Enemies, a love history). Por lo tanto
todos los esfuerzos que hacen los vivisectores para encubrir las atrocidades
que cometen a puerta cerrada contra los animales y que pretenden disfrazar de
éticas, son en vano:
“Al final eres lo que eres
Ponte pelucas de millones de rizos
Pon largas medias en tus pies
Pero siempre sigues siendo lo que eres” (Goethe, Fausto)
2. LA
VIVISECCIÓN ES UN FRAUDE CIENTÍFICO.
“Nuestras manos están vacías,
únicamente nuestra boca está llena de promesas”
(Confesión de
Claude Bernard en su lecho de muerte)
No
son pocos los científicos que han rechazado la vivisección como método
científico de investigación. 1000
doctores (y muchos más) contra la vivisección es el título de un libro
escrito por el señor Hans Ruesch en el que precisamente citaba a más de mil
autoridades médicas que rechazan la vivisección por motivos científicos.
Nuestro autor posteriormente escribió Matanza
de Inocentes, el primer libro que demostró que la vivisección es un fraude
pseudocientífico inspirado por el deseo de obtener beneficios económicos.
Inmediatamente fue censurado en algunos países por presiones de la industria
farmacéutica, porque en él se demuestra que la vivisección es un método
anticientífico de investigación que solo sirve para comercializar productos
peligrosos, pero muy lucrativos para ésta.
En
el capítulo dedicado a la historia de la medicina, Hans Ruesch demostró que
ninguno de los avances médicos se ha conseguido gracias a la experimentación
animal como afirman los vivisectores, y que en cambio si ha conseguido matar y causar daños irreversibles a millones
de personas en todo el mundo.
El
libro ha sido deliberadamente ignorado por los medios oficiales de
comunicación, quienes están más interesados en promocionar los “nuevos” y
“mejorados” productos que la industria farmacéutica pone a la venta que en
decir la verdad. Las pruebas son ocultadas y el fraude de la vivisección
continúa expandiéndose.
Mientras
tanto, los vivisectores y sus partidarios siguen engañando deliberadamente al
público diciendo que la experimentación animal es útil y benéfica, y que sin
ella la humanidad perecería. Uno de ellos, -aunque parezca increíble- es el
autor de la “Biblia de los derechos de los animales”, Peter Singer, quien es
presentado por muchas organizaciones animalistas como un “defensor de los
animales”. Singer, al igual que muchos vivisectores defiende el uso de animales
para experimentación “en algunos casos”. Personas como él representan un
obstáculo para la abolición de la experimentación animal, porque sus opiniones
resultan incluso peores que las de los vivisectores sin máscara. Aunque la de
él en especial, resulta todavía peor, porque se supone que es un “defensor de
los animales”. Sus declaraciones sólo sirven para crear confusión sobre la
verdad del asunto y para ayudar a propagar el fraude de la vivisección: ¡Si
hasta Peter Singer dice que la vivisección es necesaria! Veamos lo que el
“gurú” del movimiento de liberación animal opina sobre la tortura experimental:
“La
experimentación animal ciertamente sirve, en ocasiones, a propósitos
importantes y valiosos. Aunque muchos experimentos son triviales y constituyen
una pérdida de tiempo y dinero (aparte de que constituyen un abuso de los
animales), otros nos llevan desde luego a logros significativos de nuestro
conocimiento de los procesos biológicos y en la prevención y el tratamiento de
las enfermedades. Quizás en el largo plazo sea posible obtener este
conocimiento mediante técnicas alternativas que no impliquen animales; pero la
posibilidad de tales opciones futuras no niega los beneficios obtenidos ahora
con algunos experimentos”. Y continúa: “El conocimiento obtenido con algunos
experimentos en animales ciertamente salva vidas y reduce sufrimiento. Por
consiguiente, los beneficios de la experimentación en animales superan a las de
comer animales y aquélla práctica tiene mejores posibilidades de justificarse
que ésta última; pero esto se aplica sólo cuando un experimento en un animal
cumple con condiciones estrictas relacionadas con la importancia del
conocimiento adquirido, la falta de técnicas alternativas que no impliquen a animales,
y el cuidado que se ponga en evitar el dolor.
En estas condiciones se puede defender la muerte de un animal en un
experimento.” (Singer Peter, “El valor de la vida”, en Los caminos de la ética ambiental (Vol. I), Issa, Jorge y
Kwiatkowska, Teresa (compiladores), Plaza y Valdés Editores, México, 2003, p.
242)
Si no supiéramos
que éstas son palabras de Peter Singer, juraríamos que nos encontramos ante un
vivisector consumado. Porque incluso, hasta el mismo Claude Bernard, fundador
del método viviseccionista moderno, era conciente de que las variaciones
inter-especies hacen que sea imposible extrapolar los resultados obtenidos con
animales a la especie humana (Cfr. Bernard, Claude, Principios de Medicina Experimental). Prueba de ello es que lo que
para algunos animales es mortal para otros es alimento, y que algunos animales
toleran dosis 100 veces mayores o 100 veces menores de algunas sustancias que
los seres humanos.
Por ejemplo, los
perros pueden soportar hasta 20 dosis más de morfina que un hombre, pero ésta
produce excitación en gatos y ratones. Nuestras almendras pueden matar a los
zorros y las gallinas, y el perejil es venenoso para los loros. El arsénico,
veneno para el hombre puede ser tragado en grandes cantidades por las ovejas.
Una dosis de opio mortal para un hombre es inofensiva para los perros y las
gallinas. La penicilina es mortal para los gatos y los conejillos de indias,
pero es medicinal para los humanos. Y las aspirinas son mortales para los
gatos. En realidad la
experimentación animal es absurda por varios motivos:
-Los
animales no reaccionan como los seres humanos. Cada especie reacciona de
manera diferente, y no es posible determinar científicamente si los resultados
obtenidos con una especie son aplicables a cualquier otra.
-La materia orgánica, de la que estamos
compuestos todos los seres vivos, no reacciona a los experimentos de
laboratorio de manera uniforme, al contrario que la materia inerte.
-Las enfermedades que los vivisectores
provocan a los animales de forma artificial no tienen nada que ver con las que
se desarrollan en humanos de forma espontánea.
Claro, Peter Singer hace
afirmaciones gratuitas cuando dice que hay experimentos que “nos llevan desde
luego a logros significativos de nuestro conocimiento de los procesos biológicos
y en la prevención y el tratamiento de las enfermedades.” porque nunca cita
ningún ejemplo para corroborar su afirmación, en cambio nosotros sí podemos
citar ejemplos que muestran lo contrario, de medicamentos que después de ser
declarados seguros en las pruebas con animales resultaron inseguros para los
humanos:
En 1971, 1500
personas tuvieron que ser hospitalizadas a causa de un medicamento “seguro”
llamado Paracetamol. “En Estados Unidos, Orabilex produjo daños renales con resultados
fatales, MEL/29 provocó cataratas y Metaqualone causó problemas psíquicos que
condujeron a la muerte en 366 casos” (Cfr. Ruesch, Hans, Slaughter of the innocent).
El caso de la Talidomida es muy
interesante, porque demuestra no sólo la total impotencia de la experimentación
animal para curar y prevenir enfermedades, sino también su “capacidad” para
crear enfermedades que antes no existían.
La Talidomida, un tranquilizante que había sido definido como “el
más inofensivo de la historia de la terapéutica moderna” fue comercializado
después de 3 años de minuciosas pruebas con miles de animales. ¡A causa de este
nuevo medicamento más de diez mil niños nacieron con malformaciones! Chemie
Grünenthal, la empresa farmacéutica responsable, fue procesada por haber
comercializado un medicamento nocivo, pero fue absuelta del cargo porque los
“científicos” (vivisectores) que testificaron en el juicio dijeron que “los
resultados con animales nunca pueden ser aplicables al hombre”. De hecho,
mientras se celebraba el juicio se efectuaron nuevas pruebas. Las dosis se
incrementaron considerablemente, se multiplicó el número de especies; ratas,
ratones, perros y hasta 150 variedades de conejos dieron resultados negativos.
Finalmente cuando se realizaron experimentos con el conejo de Nueva Zelanda se
pudieron obtener pocas crías con malformaciones y, poco después, también
algunos monos deformes, es decir, después de que se utilizaron millones de
animales durante años. ¿Puede haber prueba mayor de la
absoluta inutilidad de la vivisección, de su fracaso científico, de absoluta
incompetencia?
¿A
este tipo de beneficios se refiere Peter Singer? ¿O acaso a los beneficios
multimillonarios de la industria farmacéutica? Porque es obvio que los 10 mil
niños víctimas de la
Talidomida y sus familiares no se encuentran entre los
beneficiados de los experimentos con animales.
Isoproterenol, Trilergan,
Flamanil, Eraldin, son solo algunos de los medicamentos que dieron resultados
negativos en animales, pero que sin en embargo fueron capaces de atrofiar la
salud de sus consumidores. Este último fue capaz de causar daños en la vista y
en el tracto intestinal de cientos de consumidores y matar a 18 de ellos a
pesar de haber sido comercializado después de 7 años de “minuciosas” pruebas
con animales. Claro, todos ellos han dejado cuantiosas ganancias a sus
fabricantes.
Paralelamente,
el uso de la digital, un remedio que ha beneficiado a las personas cardiacas
salvándoles la vida, fue retrasado por mucho tiempo, porque se probó primero
con perros, y en ellos aumenta la presión sanguínea. Al igual que el
cloroformo, un anestésico que no fue empleado durante años, porque es tóxico
para los perros. ¿A estos logros se refieren Singer y los viviseccionistas?
La
experimentación animal es un método anticientífico, por lo tanto no hay
experimentos que “ciertamente sirvan en ocasiones” como asegura Singer, ni se
trata tampoco de buscar “alternativas” a la vivisección, porque ésta es un
método anticientífico de investigación.
Y
así lo confirman eminentes autoridades médicas, como Sir Charles Bell, el fisiólogo que formuló la teoría
sobre la diferenciación de los nervios motores y sensoriales (Ley de Bell), quien se opuso a
la vivisección por motivos éticos y científicos.
Peter
Singer puede opinar lo que él crea acerca de “el valor de la vida” y sobre las
consideraciones “éticas” de la experimentación animal, pero no puede hacer
declaraciones que pertenecen al ámbito de la ciencia, contradiciendo a
autoridades médicas mas cualificadas para evaluar la situación.
En
oposición a lo que opina Singer sobre la vivisección, leamos algunos
testimonios médicos que abordan la cuestión:
“Como investigador me dedico al estudio de la
mutagénesis (origen de las mutaciones) y de la carcinogénesis (origen del
cáncer), dos campos en los que es básico experimentar. Por tanto, sé de lo que
estoy hablando, y digo “NO” a la experimentación animal, no solamente por
motivos éticos, sino también por razones científicas. Se ha demostrado en
múltiples ocasiones que los resultados obtenidos en los experimentos efectuados
con animales no son aplicables en absoluto a los seres humanos. Existe una ley
relacionada con el metabolismo (conjunto de todos los procesos físicos y
químicos que tienen lugar continuamente en los organismos vivos) que nos
permite determinar que una reacción bioquímica que haya sido establecida para
una especie en concreto solamente es válida para esa especie en particular, y
que no lo es para ninguna otra. Frecuentemente, dos especies muy parecidas
–como la rata y el ratón, por ejemplo– reaccionan de manera completamente
diferente. Se pueden realizar experimentos con otros muchos métodos que ofrecen
tres ventajas:
-Fiabilidad científica.
-Ahorro de tiempo (los resultados que tardan 6
meses en conseguirse experimentando con animales pueden lograrse en dos semanas
con cultivos celulares “in vitro”).
-Costos más reducidos.
¿Por qué continúan experimentando con animales
entonces? En primer lugar, por el retraso mental y cultural de los
viviseccionistas. Además, la vivisección sigue practicándose porque las leyes
desfasadas ordenan la realización de experimentos con animales para otorgar el
permiso necesario para la venta de medicinas. Las leyes actuales deben ser
abolidas. La experimentación animal es engañosa, inútil, cara y, sobre todo, es
cruel”. (Entrevista a Gianni Tamino, un congresista italiano que se dedica
también a la investigación en la escuela de medicina de la Universidad de Padua,
publicada en el semanario italiano Domenica
del Corriere, Número 48, 1 de diciembre de 1984).
En unas declaraciones publicadas en Quick el 15 de marzo de 1979 el Profesor
Heinz Oeser dijo: “Como especialista en cáncer dedicado a la práctica clínica
no puedo estar de acuerdo con los investigadores que creen que los resultados
obtenidos con los animales de laboratorio son aplicables a los seres humanos”.
(Ruesch, Hans, Vivisection is scientific
fraud, Op. Cit. P.25)
El Profesor Helmut Mommsen, pediatra alemán de
Frankfurt, en Civis-Schweiz Aktuell,
Zurich, diciembre de 1980 escribió: “Toda nuestra medicina está dominada y
atemorizada por la ciencia analítica. Su investigación médica no tiene nada que
ver con la salud. La eliminación de los síntomas es presentada falsamente como
una recuperación de la salud, pero dificulta e impide conseguir una verdadera salud.
Un niño cuya fiebre es eliminada precipitadamente mediante la administración de
antibióticos está más enfermo que antes de recibir la medicación, se vuelve más
vulnerable a las enfermedades y se convierte en un enfermo crónico. La ciencia
analítica ha formado a doctores cuyas facultades mentales no van más allá del
principio de “2 x 2 = 4”.
No practican la observación elemental, y la rechazan porque creen que es
“subjetiva”. Dicha actitud ignorante es también responsable de los repugnantes
experimentos que se realizan con animales, que son una clara señal de
incapacidad mental” (Idem).
Ahora pongamos atención a los siguientes
casos:
“En los años 20, se extendió un
enorme júbilo por todo el mundo cuando el Profesor Serge Voronoff anunció que
podía devolver la sexualidad juvenil a las personas de edad avanzada mediante
la implantación de glándulas de mono, y la prensa mundial se llenó con
caricaturas de hombres muy mayores persiguiendo a jóvenes enfermeras después de
someterse a la operación. ¿Quién ha vuelto a oír hablar de ese “milagro”?
“En los años 60, Christiaan
Barnard causó una reacción similar con su primer trasplante de corazón, que fue
presentado por los “escritores de temas científicos” como una esperanza para
poder alcanzar la vida eterna, aunque lo cierto es que llevó a la tumba a
cientos de pacientes engañados que si no se hubieran sometido a la operación
podrían seguir vivos actualmente, y además provocó unos horrores que continúan
aumentando. El último de ellos fue el sádico experimento viviseccionista de
“Baby Fae” (El 26 de octubre de 1984, el Dr. Leonard L. Bailey, del Centro
Médico de la Universidad
de Loma Linda, implantó el corazón de un babuino en el pecho de Baby Fae, una
niña nacida con un grave defecto cardiaco conocido con el nombre de “Corazón
Izquierdo Hipoplástico”. Baby Fae murió pocos días después del trasplante a
causa del rechazo, lo que no fue una sorpresa para quienes conocen el sistema
inmunológico humano y las realidades científicas que impiden el éxito de los
xenotrasplantes). Los responsables del experimento pudieron eludir la cárcel o
la silla eléctrica solamente gracias al absurdo sistema de “juicio por
profesionales semejantes”, que fue impuesto a los legisladores legos en
cuestiones médicas por el clero de la “medicina moderna”, con el apoyo de los lobbies petroquímicos de todo el mundo.
“Entretanto, los payasos de los
laboratorios habían procedido a desarrollar un corazón artificial para humanos
después de probarlo con cuadrúpedos por razones que ninguna mente cuerda podría
comprender, y los crédulos “escritores de temas científicos” de todo el mundo
definieron su primera aplicación a un paciente humano como un “enorme logro”,
que estaba inevitablemente condenado al fracaso como todos los demás
“importantes logros” de la medicina mecanicista.
“Después de pasar décadas
realizando experimentos con innumerables terneros y con otros animales para
desarrollar ese primer corazón artificial, bastaron menos de 48 horas para
descubrir que no funcionaría durante mucho tiempo en un ser humano y que, por
lo tanto, nunca solucionaría los problemas cardiacos, por razones que
cualquiera que tenga unas nociones elementales de biología podría haber
pronosticado. Según los informes publicados, los primeros pacientes que
recibieron un corazón artificial no solamente sufrían unos dolores tan
insoportables que imploraban que les dejaran morir (un favor que les fue negado
por sus heroicos cirujanos, que estaban insensibilizados y acostumbrados a los
dolores de los animales), sino que además experimentaron una grave “confusión
mental”.
“¿Por qué? Porque un corazón
natural reacciona a las emociones y a otras influencias del sistema nervioso.
El miedo o la ira, por ejemplo, aceleran inmediatamente el ritmo cardiaco,
mientras que el descanso y el sueño lo reducen gradualmente. Un corazón natural
también es sensible a la sutil interacción de los procesos físicos y químicos
(metabolismo), que se produce constantemente en todos los organismos vivos. Sin
embargo, un corazón mecánico bombea a un ritmo constante, sin tener en cuenta
los impulsos procedentes del sistema nervioso, y ese hecho biológico no
cambiará con futuros corazones artificiales más “sofisticados”.
“La investigación basada en el uso
de animales, provocada por el deseo de obtener subvenciones e inspirada por un
concepto mecanicista de la salud que ignora las leyes psicosomáticas
biológicas, es un callejón sin salida.” (Ibidem,
p. 26)
Como vemos, es un hecho generalmente
reconocido que ningún experimento con animales puede proporcionar un resultado
fiable sobre la seguridad y los efectos de los nuevos medicamentos en los seres
humanos, porque como hemos señalado más arriba, las diferencias en la
fisiología, la bioquímica, el metabolismo y la histología (estructura de los
tejidos) de las diferentes especies hacen imposible que se puedan extrapolar
los resultados obtenidos con animales a la especie humana. Prueba de ello es
que todos los días son retirados del mercado varios medicamentos a causa de su
inutilidad o de su peligrosidad.
Por lo tanto, tomando en cuenta todas estas
consideraciones, la vivisección representa un peligro para la salud pública, y
la única solución racional que podemos presentar es su abolición. La
vivisección solo cumple la función de proveer una coartada cuando algo sale
mal, porque las firmas farmacéuticas se pueden respaldar diciendo que
efectuaron las pruebas legalmente establecidas.
En cuanto a Singer solo nos resta decir que no
es un defensor de los animales, ni siquiera un defensor de su propia especie,
porque al defender la vivisección implícitamente se vuelve cómplice de los
crímenes cometidos contra los animales y la especie humana.
En realidad, el método viviseccionista solo
sirve a las compañías farmacéuticas para inundar el mercado con nuevos
productos nocivos que ponen en riesgo la salud de las personas. Aunque también
puede servir para obtener un título profesional, fama, prestigio y dinero de
forma fácil.
El único conocimiento
significativo que se ha obtenido de la vivisección es el siguiente: “mostrarnos
cuál es el punto más bajo de degradación al que puede llegar el ser humano, si
es que eso es lo que queríamos averiguar.” (Hans Ruesch).
(Este punto podría ser extendido
con multitud de ejemplos que prueban la inutilidad y la peligrosidad de la
vivisección, sin embargo consideramos que con lo expuesto hasta aquí es
suficiente para demostrar que la vivisección es una práctica no científica.
Para quienes deseen informarse en profundidad sobre este tema se recomienda el
libro mencionado al principio de este punto: Slaughter of the innocent de Hans Ruesch).
CONCLUSIÓN.
La vivisección no es una práctica ética ni científica.
Raúl Cruz