miércoles, 15 de febrero de 2012

El impacto ecológico de la producción y crianza de animales para consumo humano


EL IMPACTO ECOLÓGICO DE LA PRODUCCIÓN Y CRIANZA DE ANIMALES PARA CONSUMO HUMANO

Dr. Massimo Tettamanti (Químico Ambiental)

El moderno mundo industrializado amenaza el medio ambiente natural en modos cada vez más diversos. De estas amenazas, y de cómo remediarlas, se discute con pasión desde hace años en diversos ámbitos. Pero siempre se pasa por alto un factor fundamental: la crianza de bovinos y otros animales para la alimentación humana.
La crianza y producción de animales para consumo humano a gran escala, sea de tipo intensiva (en grandes naves industriales, donde los animales están hacinados en pequeños espacios, sin tierra, como en Italia), sea de tipo extensiva (los grandes ranchos de los Estados Unidos o los pastizales en los países del sur del mundo) es claramente insostenible desde el punto de vista ecológico. Actualmente, la mitad de las tierras fértiles del planeta se utilizan para cultivar cereales, oleaginosas, forrajes y proteaginosas para los animales destinados al consumo humano. Para hacer frente a esta inmensa demanda -en continuo aumento, ya que las poblaciones que tradicionalmente consumían poca carne, empiezan a consumirla cada vez más- se destruyen cada año miles de hectáreas de selva tropical, el pulmón verde del planeta, para hacer espacio a nuevos pastizales o a nuevos terrenos de cultivo para los animales, que en breve tiempo se desertificarán.
Desde el punto de vista del consumo de recursos, la leche y la carne son, indiscutiblemente, los "alimentos" más caros, ineficientes y contaminantes que se puedan concebir: además de la pérdida de millones de hectáreas de tierras de cultivo (que podrían ser utilizadas para cultivar vegetales para el consumo directo de los humanos) y el uso indiscriminado de productos químicos, está la cuestión del enorme consumo de agua en un mundo irremediablemente sediento, el consumo de energía, el problema de la eliminación del excremento de los animales y de los productos de residuo, las repercusiones sobre el clima, la erosión del suelo, y, la desertificación de vastas zonas.

El uso de productos químicos
El abuso de productos químicos para la agricultura en los países más "desarrollados" es evidente por los datos estadísticos: en Alemania, Japón, Gran Bretaña, se usan más de 300 kg por hectárea; en Italia 104; mientras los consumos bajan a 35 en China,  22 en México,  7 en Bangladesh y 1 en Nigeria.
Los productos químicos abarcan fertilizantes, pesticidas (que matan insectos nocivos para los cultivos) y herbicidas (que matan plantas nocivas): todos contaminan el suelo, el agua y el alimento mismo. Desde 1945, hasta nuestros días, el consumo de pesticidas ha aumentado diez veces, mientras los daños provocados por los insectos a los cultivos se han duplicado.
No se trata, sin embargo, de un problema ligado a la agricultura como tal, sino a la agricultura que tiene como fin alimentar a los animales para consumo humano: en cuanto a los herbicidas, por ejemplo, es indicativo el hecho de que el 80% de los utilizados en los Estados Unidos se utilizan en los campos de maíz y de soya destinados a la alimentación de los animales.
El uso masivo de fertilizantes, se debe, principalmente, a la práctica del monocultivo, que resulta conveniente en tanto que permite una industrialización más productiva: se estandarizan las tipologías de intervención, las maquinarias agrícolas, las capacidades y los tiempos de trabajo. Si en lugar del monocultivo, los suelos fueran destinados a la rotación de cultivos para uso directo humano, no serían necesarios productos químicos, porque el suelo permanecería fértil.

El consumo de energía y recursos vegetales
En la transformación de vegetales en proteínas animales, una significativa cantidad de las proteínas y de la energía contenida en los vegetales es desperdiciada: el alimento sirve, de hecho, para sostener el metabolismo de los animales y, también, deben tenerse en cuenta los tejidos no comestibles tales como el hueso, los cartílagos, los despojos y las heces.
Existe el considerado "índice de conversión", que mide la cantidad de alimento necesario para hacer crecer 1 kg a un animal. Un becerro necesita 13 kg de alimento para aumentar 1 kg de peso, mientras que un buey joven necesita 11 kg y un cordero 24 kg. Los pollos requieren, en cambio, sólo 3 kg de alimento por cada kg de peso corpóreo. Si, además, se tiene en cuenta que el animal no es todo carne, sino también "despojos", estas cantidades se duplican.

El rendimiento de las proteínas animales es aún más bajo
Un bovino, por ejemplo, tiene una eficiencia de conversión de las proteínas de sólo el 6%: consumiendo 790 kg de proteínas vegetales, produce menos de 50 kg de proteínas.
Además del desperdicio de energía necesaria para el funcionamiento del organismo, se debe tener en cuenta la energía necesaria para cultivar el alimento de los animales y para el funcionamiento de granjas y establos.
Desde el punto de vista del uso de combustible fósil, por cada caloría de carne bovina se necesitan 78 calorías de combustible, por cada caloría de leche se necesitan 36, y por cada caloría que proviene de la soya son necesarias sólo 2 calorías de combustible fósil, una proporción de 39:1 en disfavor de la carne.
El consumo de agua
El 70% del agua utilizada en el planeta es consumida por la zootecnia y la agricultura (cuyos productos sirven, en su mayor parte, para nutrir a los animales destinados para el consumo humano). Casi la mitad del agua consumida en los Estados Unidos es destinada a los cultivos de alimento para el ganado.
Los establos y las granjas industriales consumen una cantidad de agua mucho mayor que la necesaria para cultivar soya, cereales o verduras para el consumo humano directo. Debemos sumar, de hecho, el agua empleada en los cultivos destinados a los animales, que se lleva a cabo, sobre todo, en las tierras de regadío, el agua necesaria para dar de beber a los animales y el agua para limpiar los establos y las granjas.
Una vaca “lechera” bebe 200 litros de agua al día,  50 litros un bovino o un caballo, 20 litros un cerdo y aproximadamente 10 una oveja.
El semanario Newsweek ha calculado que para producir sólo cinco kilos de carne bovina es necesaria tanta agua como la que consume una familia media cada año.

Los excrementos
En Italia los animales destinados al consumo humano producen anualmente cerca de 19 millones de toneladas de excremento y desechos de contenido orgánico, que no pueden ser utilizados como fertilizantes. Actualmente, la eliminación de líquidos pútridos se efectúa vertiéndolos sobre el terreno, lo que provoca un grave problema de contaminación de sustancias nitrogenadas en las aguas subterráneas, en las corrientes de agua de la superficie, y además eutrofización en los mares.
Calculando la cantidad equivalente, esto es, transformando el número de animales en el equivalente de la población humana que produciría el mismo nivel de contaminación a partir del estiércol, en total, en Italia, los animales equivalen a una población adicional de 137 millones de ciudadanos, es decir, más del doble del total de la población.

Los efectos sobre el clima
Las consecuencias más dramáticas del consumo de leche y carne se verifican en el Tercer Mundo: la tala de árboles para hacer espacio a los establos de bovinos destinados a proveer de proteínas animales a Occidente ha destruido en pocos años millones de hectáreas de selva tropical.
Cada año desaparecen 17 millones de hectáreas de selva tropical. La producción intensiva de animales no es la única causa, pero, sin duda, juega un papel fundamental: en la selva amazónica, el 88% de las tierras deforestadas han servido para que el ganado pueda pastar y cerca del 70% de las zonas deforestadas en Costa Rica y Panamá han sido transformadas en zonas para pastar. Desde 1960, en Brasil, Bolivia, Colombia y América Central han sido quemadas o arrasadas decenas de millones de hectáreas de selva, más de un cuarto del total de la extensión de las selvas centroamericanas, para dar espacio a los pastizales para  ganado. Para dar una idea de las dimensiones del problema, piense que cada hamburguesa importada de América Central equivale a la destrucción y transformación de 6 metros cuadrados de selva en pastos para ganado.
Paradójicamente, esta tierra no es en absoluto adecuada como pastizal: en el ecosistema tropical la capa superficial del suelo contiene poco nutrimento, y es muy delgada y frágil. Después de pocos años de pastoreo el suelo se hace estéril, y los ganaderos pasan a destruir otra región de selva. Los árboles destruidos no se comercializan, resulta más conveniente quemarlos sobre el terreno.
La geógrafa Susanna Hecht dice que el 90% de los terrenos ocupados por el ganado en la ex-selva amazónica cesa su actividad aproximadamente después de ocho años, para volver a comenzar en otra zona. Se pueden recorrer cientos de kilómetros de camino en la selva amazónica sin encontrar otra cosa que tierras abandonadas donde crece una vegetación secundaria.
En las zonas semiáridas, como África, la explotación de las tierras para la agricultura extensiva (cuyos productos se exportan a los países ricos) conduce a la desertificación, es decir, a la reducción a cero de la productividad de estas tierras. Las Naciones Unidas estiman que el 70% de las tierras que ahora se utilizan para el pastoreo están en proceso de desertificación.
Incluso algunas partes de las Grandes Llanuras del “Oeste” americano se están convirtiendo en un desierto. Grandes ríos se están convirtiendo en arroyos o se han secado por completo dejando espacio a grandes superficies de fango. Donde antes había vegetación y animales selváticos de cada especie, hoy no crece nada y no hay más vida animal. La cría extensiva de bovinos para consumo humano ha sido, y continúa siendo la causa de todo esto.

*Este artículo ha sido traducido de la página de la Sociedad Científica de Nutrición Vegetariana: www.scienzavegetariana.it
Publicado en "Revista Tiempo Animal" No. 3, México, enero, 2011